Las alergias son un problema común que ocurre cuando el sistema inmunitario trata a una o más sustancias inofensivas, como el polen o el maní, como si fueran virus, bacterias y otros agentes perjudiciales. Para combatir esa supuesta amenaza, el sistema inmunitario produce anticuerpos, que son los que causan los síntomas de la alergia.
Los síntomas varían en función del tipo de alérgeno. Los aéreos suelen producir estornudos, mocos, picor de nariz y enrojecimiento, o picor de ojos. Entre estos, los más comunes son el polen, el polvo, el moho, la caspa o el pelo de animal. También son muy habituales las alergias a algunos alimentos (lácteos, huevos, frutos secos, mariscos, etc.) que suelen causar irritación e inflamación de labios, garganta, párpados y también trastornos gastrointestinales (náuseas, vómitos, diarreas, etc.).
Las picaduras de insectos (especialmente abejas y avispas) pueden provocar urticaria. Ciertos medicamentos (sobre todo los derivados de la penicilina general), pueden generar irritación en la piel, pero también pueden conllevar mareos e incluso desvanecimientos. Además hay alérgenos que provocan reacción al contacto con la piel, como algunos metales (níquel, bronce) o tejidos como el látex, que generan dermatitis.
Si tienes alguno de los síntomas descritos, puede que seas alérgico y lo normal es acudir a tu médico. A la hora de realizar un diagnóstico se pueden llevar a cabo diversas pruebas:
- Prueba de los parches: se colocan alérgenos en parches (de diferentes sustancias) y se ponen en contacto con la piel durante entre 24 y 48 horas para determinar la causa de las dermatitis por contacto.
- Test de punción: sobre el brazo se aplican unas gotas del posible alérgeno y se erosiona la piel para que se introduzca bien el líquido. Tras 15-20 minutos, se observa la reacción.
- Test intradérmico: en este caso se inyecta una mínima cantidad de alérgeno en la piel.
- Pruebas de provocación: el paciente tiene que ingerir el posible alérgeno bajo supervisión médica hospitalaria y se usa para diagnosticar alergias alimentarias o farmacológicas.
- Analítica de sangre: se realizan con el fin de determinar dos aspectos, el número de glóbulos blancos que se producen en mayores cantidades cuando hay una reacción alérgica y la prueba de Imunoglobulina E (IgE) sérica, que sirve para detectar un determinado alérgeno. Se suele utilizar cuando no se pueden realizar pruebas cutáneas.
Una vez diagnosticada la alergia, el tratamiento dependerá de la gravedad de los síntomas. Las medidas que los médicos suelen prescribir van desde evitar mantener el contacto con el alérgeno al uso de corticoides, pasando por antihistamínicos de distintos tipos o tratamientos de inmunoterapia.
También, existe el riesgo de padecer una reacción grave como anafilaxia (reacción que afecta a todo el organismo y puede ocasionar la muerte si no se trata a tiempo) se debe dar el tratamiento de emergencia, adrenalina en forma autoinyectable precargada.
De cualquier manera, la detección y el diagnóstico de las alergias no siempre es tarea fácil y desde luego requiere de atención médica precisa y especializada que resulta accesible a través de los seguros privados de salud. Y por supuesto, en caso de sufrir una reacción alérgica grave, hay que ponerse en contacto de inmediato con los servicios de emergencias.
Síguenos